Centroamérica.- Ser mujer y
pertenecer por derecho propio a una pandilla centroamericana es raro, aunque
las hay. La mayoría no ocupa un rol central y se limita a las tareas
periféricas, aunque vitales para el grupo.
"Mi madre no hacía más
que fumar crack y mi padrastro llevaba violándome desde que tenía 6 años. Pero
un día me harté y lo maté. Fue la primera vez que asesiné a alguien.
Lo hice con un cuchillo y fue
bien difícil.
Yo, con mis 12 años, era bien
chiquita y él un hombre grande que se resistió con todo su cuerpo hasta el
último momento.
Pero lo logré. Y él se llevó
su merecido.
Entonces no sabía cómo
esconder un cuerpo o borrar evidencias, así que me llevaron presa. Me
encerraron en un penal para menores.
Mi
infancia fue realmente una mierda".
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