Por Sergio González
Levet
Candidatos, ¿qué prometer?
—Manita, manita,
¿cuál digo que es mi hobbie?
—Di que la
lectura, eso viste mucho.
—Pero si yo nunca
he leído un libro…
—Eso es lo de
menos. De todos modos, apréndete tres títulos de libros por si te preguntan.
—¿Tres libros? Y
¿cómo cuáles?
—Yo siempre digo
que leo a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, a Paulo Coelho y a Jordi Rosado…
La plática entre
las dos Señoritas Turismo municipales que son aspirantes a Señorita Turismo
estatal sigue por el mismo derrotero, tras bambalinas y entre los nervios del
concurso. Sigue por ese talante y ahí la dejamos, pero nos da pauta para hacer
el parangón con los candidatos que serán investidos próximamente para los 3 mil,
842 puestos de elección popular que se van a dirimir en la elección del domingo
1 de julio del año entrante.
Son y serán miles
y miles de abanderados, y muchos de ellos ya están pensando en las promesas que
van a soltar a sus electores, con el objetivo de convencerlos y ganar su voto.
Y sí: piensan qué
van a prometer para ganar simpatías populares, aunque saben que será imposible
cumplir la palabra.
Así ha sido
siempre, y así había funcionado más o menos bien para los candidatos que
llegaban al municipio, al distrito, al estado, al país y ofrecían la solución a
todos los conflictos, carencias y problemas. El “mercado de las ilusiones”
estaba bien empedrado en su camino al infierno, y el engaño iba en ambos
sentidos, pues los ciudadanos hacían como que creían a los abanderados y después
hacían como que votaban por ellos.
“Toma lo que te
dan, pero vota por el PAN”, fue la frase que acuñó el candidato Vicente Fox en
el culmen del cinismo electoral, y así nos fue con él… y con Martita.
Pero hoy las cosas
han cambiado. Ahora llegó a su límite la exasperación social de un pueblo que
ha sido engañado, explotado, robado por los candidatos de todos los partidos
que ha elegido para que sean autoridad o representación popular.
Los candidatos han
ido perdiendo la credibilidad de que gozaron, y por eso se ven obligados a
cambiar de promesas, para que todo pueda seguir igual. Conste, el reto para la
mayoría de ellos no es ofrecer cosas que se puedan cumplir, sino hacer nuevas promesas
que sean creíbles para la gente; cambiar el engaño, a fin de conseguir el voto.
En ese orden de
cosas, ¿qué prometer ante la nueva situación?
Un aspirante muy
reflexivo nos regala sus vanos consejos:
Primero, no hacer
ofrecimientos tajantes, del tipo de “en seis meses acabaré con la inseguridad”,
que tanto daño le ha hecho al gobernador Yunes Linares. En contraparte, hacer
compromisos que no comprometan: “La inseguridad es un problema que todos
debemos resolver, y la enfrentaremos con decisión y convicción”.
Segundo, no
ahorrar en promesas económicas: “Vamos a tener que aprender a administrar la
abundancia”, “mejoraremos el empleo”, “traeremos inversiones millonarias”.
La educación
siempre viste, por eso insistir en que se catapultará la calidad de la
enseñanza pública y se mejorarán los sueldos de los profesores, que son tantos
y tan jugosos sus votos, antes corporativos gracias a Dios y al SNTE.
En cuarto lugar,
las obras. Carreteras, puentes, calles pavimentadas, banquetas y guarniciones,
tuberías de agua potable y saneamiento, luminarias, son una fuente inagotable
de quimeras para los votantes.
Y en el campo
fértil de la esperanza, ofrecer transparencia, respeto a la libertad de
expresión, a las garantías individuales, a los grupos marginados.
Y, last but not least,
ofrecer honestidad cabal, a toda prueba, con la mirada más honesta posible, que
es lo que más convence a los electores…
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