Mª José Navarro
¿Sabían que nos encontramos en medio de
una extinción en masa de proporciones alarmantes? No nos estamos refiriendo a
una terrible película de ficción sobre el fin del mundo, en la que sabemos que
todo son efectos especiales. A principios de agosto de 2015, recorría los
medios de comunicación una noticia escalofriante: “Ha comenzado la sexta
extinción masiva”, basado en un informe sobre una tragedia inimaginable que
está ocurriendo delante de nuestros ojos.
La naturaleza se está muriendo de forma
silenciosa. Científicos de México han evaluado en un estudio basado en los
últimos 500 años, datos sobre la extinción de vertebrados en todo el mundo. Los
investigadores compararon los datos con la extinción natural que tiene lugar
sin la influencia del ser humano, y según sus cálculos, desde el año 1900
deberían haberse extinguido nueve especies vertebradas de modo natural, no 468.
Pero la causa de esta extinción de
especies de dimensiones gigantescas (la mayor desde hace 65 millones de años),
no es un acontecimiento cósmico como la colisión de un meteorito. La causa es
una muy distinta: somos nosotros, los seres humanos, los que destruimos otras
especies a una velocidad vertiginosa. La humanidad ya ha exterminado
incontables especies, sin que jamás lleguemos a conocerlas, y sin saber qué
función cumplían. En la mayoría de los casos se trató de la destrucción del
hábitat natural: bosques que cayeron víctimas de la agricultura, pesca
intensiva que esquilma los océanos, suelos fértiles envenenados o arrasados por
temporales a manos del cambio climático mundial.
Hoy sabemos que esta extinción, que no
se trata de unas cuántas especies, tiene el efecto de una bola de nieve. La
extinción de una única especie de planta puede desencadenar la destrucción de
la cadena alimenticia de todo un ecosistema desde su base. En tan sólo tres
generaciones se podría acabar todo. Por supuesto que esto también es válido
para nosotros, pues sin naturaleza no es posible ningún futuro.
El que la muerte de la naturaleza sea
silenciosa, una muerte muda de miles de millones de plantas y animales, es lo
que nos hace creer que no es para tanto. Hubo suficientes advertencias pero
todas cayeron en saco roto en las últimas décadas y se desperdició un tiempo
valioso para corregir el curso de los acontecimientos, pues toda la naturaleza,
incluidos los seres humanos, formamos un gran colectivo, una comunidad con un
mismo destino. Esto es algo que ahora podemos ver de forma cada vez más
dramática.
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