Ciudad de México.-
Hipólito fue el último hijo de Pancho Villa, nació el 24 de julio de 1923, es
decir, cuatro días después de que el jefe revolucionario fuera asesinado, y
luego Hipólito tuvo un hijo, al cual, sin mucho qué pensar, bautizó como
Francisco Villa… Betancourt.
“En la
familia, aproximadamente, debe haber unos 20 (integrantes con el nombre)
Francisco Villa”, calcula el nieto del general de la División del Norte, que
hoy dirige el colectivo Los Villólogos, con el que él y otros descendientes de revolucionarios y académicos van reviviendo
la memoria de la Revolución, ahí donde se los permiten: “en universidades, en
cines, en kínders, donde sea”.
Villa procreó a Hipólito
con Austreberta Rentería, que fue, de sus tres esposas (oficiales), la que
permaneció a su lado hasta su asesinato. No obstante, explica Francisco (el
nieto), tras la caída del general, doña Austreberta quedó en el abandono.
“A mi abuelo obviamente
no lo conocí, pero con mi abuela Austreberta conviví 22 años –recuerda
Francisco–. Cuando el general Villa es asesinado, mi abuela se va a Parral, y
luego a Jiménez, y termina en la ciudad de Chihuahua, donde Lázaro Cárdenas, en
alguna de sus giras ya como Presidente, la rescata y se la trae con sus dos
hijos a la Ciudad de México, donde les dan estudios a mi papá, Hipólito, y a su
hermano”.
La
educación pública, destaca, fue la mayor retribución para los hijos de Villa, que tanto peleó en vida, en especial por ese
tópico. Suele recordarse, destaca el nieto de Villa, que “cuando el general fue
gobernador de Chihuahua creó sus propios billetes para obligar a los ricos a
entregar su oro (que dejó de tener valor dentro del estado). Con ese oro, sí,
Villa compró armas, pero en ese mes en que fue gobernador también usó el dinero
para construir 50 escuelas. Hasta la fecha, ningún Presidente o gobernador ha
construido 50 escuelas en un mes, sólo Francisco Villa, y luego de ese mes dejó
el puesto porque nuevamente se fue a la guerra”.
Hoy, destaca Francisco
Villa Betancourt, agente aduanal y abogado de profesión, los integrantes del
colectivo Los Villólogos buscan
refrendar ese espíritu promotor de la educación, “dando pláticas en todo el
país, en donde nos llamen vamos, podemos hacerlo donde quieran, damos una plática
y hacemos una exposición, de forma gratuita”.
El colectivo, subraya,
“tiene un museo itinerante, con cosas de Villa, de Zapata, ahora de Porfirio
Díaz y también de Felipe Ángeles”.
Por Animal Político
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