Por Elsa
de León A.
Estamos
hartos de las mentiras
Una a
diario se encuentra gente mitómana, que vive en un mundo ficticio. Y esas
personas, tratan de hacer y decir todo lo posible para salirse con la suya.
En este
estado abundan este tipo de personas y, bueno, en todo el país y el mundo. Pero
Veracruz y sus habitantes han sido golpeados últimamente con cosas que en
verdad no nos esperábamos.
Sin
embargo, las buenas personas, las que vivimos una realidad sin anestesia de
ningún tipo, tenemos como bandera la verdad, aunque duela.
“La verdad
os hará libres”, Juan 8:31-38, dijo entonces Jesús a los judíos que habían
creído en él: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Pero hay
personas que se encadenan solas. No hay necesidad de hacer nada, ya que los
pendejos y los farsantes son eso, pendejos y farsantes. Y lo bueno es que la
verdad siempre sale a flote, como el estiércol.
El
problema de tratar con personas inteligentes, brutalmente inteligentes diría
yo, es que estamos conectadas con nosotras mismas, usamos nuestro cerebrito,
analizamos las cosas y, sobre todo, sabemos. Pero aquellos que piensan que
somos como ellos, y como viven en un mundo bastante reducido, sienten que
ganan. Dejémoslos creer que sí, que ganan y que así son felices. Finalmente, la
justicia siempre llega. El tiempo pasa y todo lo cura. Y vienen cosas nuevas, y
finalmente, dice la máxima popular, “lo que viene conviene”.
Y después
de esta “catarsis”, ahora sí quiero referirme a las mentirijillas políticas.
Resulta que un día de la semana pasada, nos sorprende Luis Videgaray Caso,
secretario de Relaciones Exteriores, con sus alabanzas hacia José Antonio Meade
Kuribreña.
Bueno,
estimadas lectoras y lectores, no necesitamos ser demasiado inteligentes para
darnos cuenta de que ese fue el destape del candidato. Muchos elucubraron, en
cuanto a decir que “si ya lo habían quemado”, que “quien sería el bueno”, que
“si era Videgaray por estar cercano a Trump”, etc.
Yo vi el
mensaje muy claro: Meade era el bueno. El lunes siguiente, el presidente
Enrique Peña Nieto brincó de inmediato a direccionar hacia otro lado que no era
Meade y que dejáramos de hacernos ilusiones o que no nos engancháramos con
falsas palabras (aquí quisiera poner el emoticón de ojos grandes). Y en la
noche, con línea de Los Pinos, Denise Maerker dijo, palabras más o palabras
menos, lo mismo.
Sin
embargo, hacia este fin de semana la noticia se consolidó. Los portales más
importantes de México confirmaron que Meade, “está entregando en domingo (26 de
noviembre) la Secretaría de Hacienda a José Antonio González Anaya, director de
Pemex”.
Al final
del día y de la semana, lo que hizo Luis Videgaray Caso fue eso, destapar a
José Antonio Meade Kuribreña.
Pero si
eso fue lo que muchos vimos, eso fue lo que escuchamos, eso fue lo que dijo,
¿por qué dudamos que sí fuera? Y entra aquí esa famosa frase, si grazna como
pato, parece pato, come como pato, y camina como pato, ¿qué es? ¡¡¡Pues un
pato!!!
Pero como
ya estamos acostumbrados a vivir en las mentiras, y a la mayoría de las
personas les gusta engañarse (según una encuesta, todos decimos cinco mentiras
diarias), me pregunto yo, pues, ¿cuántas mentiras dicen los mitómanos? Todas.
Por eso son mitómanos.
Hoy sólo
esperamos que, según algunas fuentes, el presidente Enrique Peña Nieto dé un
mensaje a la nación. A ver cuántas mentirijillas va a soltar.
Al final
de cuentas, cada uno vive una realidad y dice, inventa, construye las mentiras
que le conviene y que lo hacen feliz. Que lo hacen lograr lo que quieren o
tener lo que les falta en la vida. Y hay quienes les creen y hay quienes no les
creemos.
También
hay personas que están hartas de verdades, o que su verdadera vida es tan cruda
y ha sido tan dura, que prefieren vivir de las mentiras.
Creo que
la necesidad de mentir viene de un gran vacío, de un gran dolor, que al final,
si no se enfrenta, puede ser peor.
Ahí están
en el frescobote quienes en el último sexenio se creían los super genios, y
pensaban que todos éramos unos pendejos. Y todavía los que faltan.
Así es
que, estimada lectora, lector, el mitómano miente, miente siempre. Parece real,
parece sincero, parece que dice la verdad, ve a los ojos, como si fuera
sincero, porque además, encima de todo, los mitómanos son crueles, porque un
dolor muy profundo los hizo volverse así.
Sus
amables comentarios a: edla_2014@icloud.com
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