Para sobrevivir al estrés laboral
El café rápido de las mañanas. La interminable lista
de tareas pendientes. Cuando el tiempo que transcurre desde que nos levantamos
hasta que nos sentamos frente al ordenador ya está cargado de prisas y
preocupaciones, nuestro subconsciente relaciona directamente “ir a ganarse el
pan” con algo pesado y desmotivador. Una tendencia extendida en los países
occidentales, hasta el punto de que la Agencia Europea para la Seguridad y la
Salud en el Trabajo incluye el estrés, el agotamiento y la depresión, en la
lista de riesgos psicosociales relacionados con el trabajo.
“Vivimos en una sociedad en que nos enorgullecemos
de llenar nuestras agendas hasta límites explosivos”, aseguró Carl Honoré,
autor de “Elogio de la lentitud” y uno de los padres de la filosofía
slow. El estrés supone, junto a la ansiedad y depresiones, el 12% de las
enfermedades, y está catalogado como uno de los trastornos del siglo XXI por la
Organización Mundial de la Salud.
Es cierto que no podemos controlar factores como el
nivel de exigencia de los jefes, las urgencias de los clientes, pero ante estas
limitaciones se están creando y recuperando sistemas de gestión del estrés para
trabajadores terremoto. En esta sociedad de la innovación, la creatividad también
aflora cuando se trata de rebajar la presión laboral.
La multitarea es una de las habilidades más
sobrestimadas de la vida moderna. Las decenas o cientos de correos diarios se
convierten en actividades pendientes que nos impiden centrar nuestra atención
en un solo objetivo, reduciendo la productividad y la calidad del resultado. La
multitarea es un objetivo, más que un método de trabajo: sólo un 3% de la
población es supertasker, término acuñado por la Universidad de Utah en su
estudio sobre los mismos. El resto aspiramos a serlo.
Para aprender esta valiosa capacidad, los expertos
en gestión laboral Jim Benson y Tonniane DeMaria lanzaron en 2011 el
libro Personal Kanban: Mapping Work-Navigating Life, que incide en el
factor psicológico para reducir la sobrecarga emocional. El sistema es simple:
una pizarra, post-its y tres columnas para diferenciar las tareas pendientes,
en curso y finalizadas. Los autores resaltan que no se deben realizar más de
dos o tres actividades a la vez, con el objetivo de sacar el máximo rendimiento
con el número justo de tareas que se puedan compatibilizar. ¿Y la columna de
“Completado”? He ahí el componente anímico: visualizar todo lo que ya hemos
hecho aumenta la sensación de recompensa y motivación y disminuye el estrés.
Algo parecido a lo que propone David Allen
con Getting Things Done, que adapta al estado moral un concepto muy en
boga en el siglo XXI: una mente “líquida” sabe adaptarse a los imprevistos con
calma y eficiencia gracias a la interiorización de un procedimiento.
Durante la creación de listas específicas de tareas,
si una de ellas necesita ser resuelta y lleva menos de dos minutos, hazla
ahora, no la pospongas; si no es tu tarea, delégala. Hay que saber priorizar
con esta jerarquía: próximas acciones inminentes, proyectos que requieren más
de una acción, actividades en espera para las tareas que has delegado y
requieren tu atención, y tareas futuras que no puedes hacer ahora mismo.
Pero por muy bien que categoricemos las innumerables
actividades, las manecillas del reloj corren a la misma velocidad durante todas
ellas. Ya en 1915, Henry Gantt diseñó una herramienta gráfica para exponer el
tiempo de dedicación previsto para diferentes tareas: el diagrama de Gantt.
Ahora, en una sociedad cada vez más acelerada y caótica, instituciones como
el OBS Bussiness School recuperan los conocimientos sobre este método.
Desde un simple documento Excel hasta aplicaciones como Gantt Project, Kplato o
Smartsheet, el sistema permite controlar planificación de proyectos, cálculo de
costes y previsión de desvíos.
El tiempo es un bien preciado y escaso cuando se
trata de combinar trabajo y vida personal. Muchas veces ni siquiera hacemos esa
distinción. La Técnica Pomodoro utiliza un reloj para dividir el tiempo
dedicado a un trabajo en intervalos de 25 minutos o “pomodoros” separados por
pausas. El sistema se basa en la idea de que las pausas frecuentes pueden
mejorar la habilidad mental.
La concentración de la actividad propicia el
aislamiento y supone menos interrupciones durante la realización del trabajo,
lo que se traduce en más tiempo libre para la vida personal. Un objetivo final
que motiva y ayuda a reducir el estrés. Como decía Albert Camus en “El mito de
Sísifo”: “Durante todos los días de una vida sin brillo, el tiempo nos lleva.
Pero siempre llega un momento en que hay que llevarlo”.
Por Sara Maroto
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